Almas tristes, llanto, reconocimientos por doquier, música y el amor del pueblo que le dijo adiós, caracterizaron la despedida del ‘Más fuerte’, el maestro Jorge Antonio Oñate González, el ruiseñor del canto, quien ahora pasó a la inmortalidad tras su partida de este mundo terrenal, no sin antes dar una dura batalla que inició el Covid y terminó con las secuelas de éste. Hoy el municipio de La Paz despidió al más ilustre de todos sus hijos. Y sí, tal y como lo decía en su canción El cariño de mi pueblo:
“El que toda la gente me quiera,
Es un placer que me da la vida,
Que muchos desearían”
Quedó reafirmado en su despedida, en la cual guajiros y cesarenses se unieron para despedir al precursor de los cantantes en la música vallenato, el mismo a quien un día se le ocurrió crear una agrupación que tuvieran una voz sonante y sin duda, la suya resultó un trueno que retumbará por siempre en la memoria de los amantes de un género que se adueñó de Colombia.
La despedida estuvo a cargo de un pastor cristiano, quien reconoció la entrega y cambio en la vida de Oñate desde hace varios, cuando decidió recibir a Jesucristo en su corazón y vivir bajo los principios cristianos.
Las facetas de su paso por la política y sus sueños de ser jugador de fútbol también fueron rememorados por las alcaldías de La Paz, Villanueva, Asambleas, Concejos y las gobernaciones del Cesar y La Guajira, a las cuales se sumó Sayco, el Club Oñatista y una lista imparable de personajes que quisieron expresar la admiración por el cantante y el afecto a su familia.

Esta despedida fue la muestra propia de la cultura de esta región, donde todos resultan compadres, primos, amigos, ahijados y hermanos, tal como y lo demostró la larga lista de cantantes y acordeoneros que acudieron para decir adiós a ‘El ruiseñor del Cesar’, tal y como la gente de esta tierra sabe hacerlo, con música.
Los primeros en subir a la tarima fueron dos de sus hijos, luego estuvieron Jorge Celedón, Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Fabián Corrales, José Alfonso ‘Chiche’, El Turco Gil, entre otros, quienes la mayor parte del tiempo se hicieron acompañar por el conjunto base del artista, cuyos miembros con estoicismo tocaron hasta el último momento, tal y como lo demostró Javier Matta, el último compañero de Oñate, quien interpretó las notas del acordeón de forma sublime, así las lágrimas enjuagaran su rostro.
En el lugar estuvieron siempre atentos todos sus hijos, su fiel compañera, la patrona como él le decía a Nancy Zuleta de Oñate, quien acompañó su vida durante más de 50 años y se mostraba derrumbada por este duro golpe que hoy le dio la vida.
Fue difícil lograr retirar el cuerpo de la tarima, su pueblo quería seguir viendo su féretro, pero a eso de las 5 de la tarde comenzó el recorrido rumbo a su última morada, la cual ahora está en el cementerio de su natal municipio: La Paz.